La misma puerta
Quizás esta es una de esas entradas tan personales que ni siquiera sé si debo o no escribirlas, pero... de algún modo y sin explicación ha quedado escrita.
En muchas ocasiones, los que nos rodean nos intentan decir de algún modo que uno crece a cada paso, con lecciones que da la vida, y que por otro lado, en algún momento nuestro universo nos coloca inexorablemente en nuestro sitio. Palabras que salen de corazones ahogados con experiencias tremendas que nunca quizás serán contadas por miedo a mostrar aquello que les hizo detenerse.
Y es que siempre la felicidad se ha basado en saber disfrutar de esas pequeñas cosas que la simplifican, llenando esos huecos personales de sentimientos, emociones y momentos que le dan valor y sumados cuentan una maravillosa historia. Caray esos momentos que se recordarán para siempre y que juntos formaron esa historia compuesta de fotogramas que hacen que tengamos un poco de fortaleza para poder avanzar al siguiente paso.
Pero mucho de esos momentos, tan einstianos en su impertinente capricho relativo de ver cada cosa de un modo distinto hace que en muchas ocasiones nos encontremos con puertas cerradas. Cierto es que vivimos experiencias que en muchas ocasiones nos llevan a límites que no conocemos, y que con las poquitas herramientas que tenemos hábiles en ese momento, intentamos salir del paso de la mejor forma posible. Pero en la inmadurez de ese instante, no siempre se logra aquello que se espera de nosotros. ¿Por qué ya no hay segundas oportunidades? ¿Por qué siempre estamos sometidos a un juicio de valor tan severo? ¿Por qué cuando se habla de amor ya no se ama, sino que se desconfía?
Pienso que cada momento está lleno de sabiduría, de lecciones que aprendemos con la propia experiencia, pero también pienso que hay que conceder tiempo a la madurez, a la comprensión sin tener que ser seres desechables. ¿Por qué desechamos a quienes amamos? ¿Por qué nos hemos deshumanizado tanto? ¿se puede dejar de amar por esto? No lo comprendo.
Puertas cerradas en las que mi corazón golpea cada noche en el instante en que mi consciencia da paso a mágico mundo de los anhelos, donde irremediablemente te conviertes en espectador presa de imágenes de aquello que tu corazón grita desde el fondo de tu alma. Ni la mente más diestra, ni la costumbre más disciplinada ni miles de palas de cemento lograrán acallar ese lamento. ¿Por qué seguimos sufriendo de esta manera ante una oportunidad perdida?
Miles de soluciones se abalanzan en tu mente cuando consigues recobrar la cordura, tantas posibilidades de arreglo desde el silencio en la noche y la calma de tu alma que golpean nuevamente a puertas cerradas. ¿No te ha pasado?
El hecho es que siempre he creído en la magia, en muchas ocasiones he sido mago haciendo aparecer sonrisas, recuperar brillos de miradas, de devolver la confianza y de unir eslabones perdidos, y también he sido espectador del truco de magia que en alguna ocasión me ha hecho tocar con los dedos el cielo. Y esa magia que pudo mover el subsuelo ahora ya no sucede, todo es silencio ante una oportunidad cerrada ¿Es que ya no creemos en la magia? ¿En qué momento nos hemos perdido?
Y es que, querido blog, ante el despertar de ese sueño de anhelo de lo que pudo ser y nunca fue, solo queda refugiarte en las pequeñas cosas que sostienen tu vida. Esos pequeños momentos que ya son considerados como regalos, con las expectativas muy bajas, el corazón callado y el semblante un poco más serio. Quizás algún dia vuelva a ocurrir la magia, de hecho estamos aquí gracias a ella.
En fin, puertas cerradas que jamás se abrirán hacen que alzar la vista al horizonte cueste y duela, por eso mientras mueves los pies para continuar tu camino, buscas con la mirada gacha un nuevo momento que a lo mejor, y gracias a la magia, vuelva a hacerme sonreir.
Que descanses, querido blog. Seguramente aquella mirada y aquella sonrisa vuelva a despertarme en la noche frente a la misma puerta..