
Me dijeron “necesito un tiempo”… ¿verdad?
Voy a confesarlo sin rodeos: a mí también me dijeron “necesito un tiempo”. Así, con un whatsapp de una línea, con voz trémula en la llamada posterior, mirada seria y ese colgar dramático que uno esperaría en una telenovela de sobremesa. Y yo, como buen ser humano con corazón y algo de ingenuidad, me dije... ¿Qué?. Pensé que era eso: un tiempo. Una pausa. Una especie de “ya veremos” con final feliz. Pero no. Era una forma educada —casi poética— de decirme: “Quiero probar con otra persona sin que tú me montes un pollo”, vamos: un ghosting con permiso de toda la vida.
Y lo peor no fue escucharlo, fue dedicarle tan solo un minuto de mi tiempo en procesarlo.
La gran mentira del “tiempo”
Porque sí, ya se han escrito rios de tinta en miles de artículos brillantes: cuando alguien te pide tiempo, lo que realmente quiere es distancia, pero no emocional, sino física. Con otra persona. A ser posible, en una cama nueva.
Yo me pasé días creyendo que era algo temporal. Que quizás mi ex necesitaba aclarar ideas, respirar, “reconectar consigo mismo”. Pensé que le regalaría un cuaderno Moleskine, una escapada rural, un poco de incienso y en dos semanas volvería con un plan de vida estructurado. Pero no. Lo que necesitaba era espacio… en su agenda de citas.
¿Qué pasa mientras “te EXIGEN tiempo”?
Te quedas tú, en un limbo emocional, más perdido que un daltónico en una tienda de pinturas, sin saber si esperar, si pasar página, si escribirle, si parecer indiferente o rogarle como quien busca wifi gratis en mitad del desierto. Porque lo que no te cuentan del “tiempo” es que no hay reglas sobre todo cuando es algo unilateral: Pero machango ¿Tu me has preguntado si lo acepto o no?. No sabes si puedes hablar, si debes esperar, si hay una fecha límite o si esto es un ERTE emocional permanente.
Y no iba a caer en errores viejunos... eso de enviar mensajes, escribir cartas que parecían guiones de Almodóvar, preguntar si estaba bien, si necesitaba algo. ¿Acaso a alguien le importó como me sentia yo? En una relación, sea cual sea el tipo, tiene que existir reciprocidad. Incluso le ofrecí tiempo y espacio, como si fuera un universo entero. Mientras tanto, ya estaba desbloqueando su agenda de contactos...
No es una pausa: es una estrategia de escape
Con el tiempo (el de verdad, no el que me pidió), entendí que cuando alguien te pide un tiempo sin una fecha de regreso ni objetivos claros, lo que está haciendo es irse sin irse. Mantener el hilo emocional contigo, como quien deja una puerta entreabierta por si el plan B no sale bien. Y, seamos sinceros, nadie quiere ser el plan B. Ni el plan “por si acaso”... A cagar!!!
Llop lo explica con claridad: pedir tiempo no es más que una manera elegante de no responsabilizarse del final. Porque es más fácil dejarte esperando que enfrentarte al hecho de que ya no te quieren igual. Así te dejan la pelota en tu tejado emocional, como si tú fueras quien tiene que decidir: si aguantas o no. Que malo eres cuando decides poner fin a "ese tiempo" ¿lo entiendes? Ya lo ha coseguido: ponerse de victima de su propia exigencia. Es de primero de loqueros!!!
El mito del amor que regresa
Sí, a veces las parejas se dan un tiempo y luego vuelven. Pero ¿en qué condiciones? ¿Cuántas de esas parejas se reencuentran como en las películas, bajo la lluvia, con banda sonora de piano triste? Casi ninguna. Lo más común es que vuelvan rotas, con más inseguridades que ilusión, y arrastrando una sensación de traición y humillación camuflada como “crisis personal”.
Yo lo viví. Cuando mi “tiempo” terminó... el mio!!!, no hubo ni fuegos artificiales ni abrazos en el aeropuerto. Solo una conversación fría, como si estuviéramos negociando una hipoteca. Me dijo que no sabía lo que quería. Yo sí: quería a alguien que sí me quisiera. Y sin pausas. Coger un avión para hacer el cierre fue el acierto de mi vida, en cuanto vi su determinación a este juego: FUERA! ni un segundo más de mi tiempo.
Si te quieren, te lo dicen. Si no, también
Otra gran verdad que aprendí con los años: quien te quiere, se queda. Quien duda, ya te ha respondido. Eso de que el amor necesita distancia para florecer es bonito en los libros de autoayuda, pero en la vida real lo que florece en la distancia es la indiferencia… o la cama de otra persona.
Así que si estás leyendo esto y alguien te ha pedido “un tiempo”, déjame decirte algo: no esperes. No lo concedas. Adquiere tu propia prioridad. No pongas tu vida en pausa por quien ya ha puesto su vida en marcha sin ti. Haz como yo: llora lo justo, ríete mucho (de ti, de la situación, del drama innecesario) y luego sigue. Porque se sale. Vaya que si se sale. Hay que ver de que forma una persona pierde todo su valor en tan solo un par de horas, ni loco vuelvo.
EL DRAMA CONVERTIDO EN MORALEA
Hoy, cuando alguien me dice que necesita tiempo, no puedo evitar responderle si también quiere un reloj, porque el mío ya no lo presto, ni lo regalo, ni lo pongo en pausa por nadie. Aprendí que el amor no va de paréntesis ni de espacios vacíos, sino de presencia, de estar, de sostener. Y sobre todo, de valentía: la de quedarse cuando las cosas se tambalean, no la de salir corriendo disfrazando la cobardía de necesidad personal.
Cuando alguien pide tiempo, en realidad se activan dos relojes. Uno, el suyo, ese con el que pretende evitar la culpa de cerrar la puerta del todo, como si así el golpe fuera menos seco. Y otro, el mío, que en cuanto empieza a correr, descompone el valor de todo lo vivido, como si cada minuto que pasa fuera desenmascarando lo que ya no tiene sentido seguir sosteniendo.
Sí, me lo dijeron. Y claro que dolió. Pero también me ayudó a ver mejor, a quererme más, a dejar de conformarme con menos de lo que merezco. Ahora, si alguien me insinúa que quiere irse, no me aferro ni suplico: abro la puerta con una sonrisa elegante, y mientras se marcha, suena en mi cabeza esa canción de libertad que tanto me gusta… junto a una frase que decía mi madre entre risas y que cobra más sentido que nunca: “A cagar”.
Porque si me pides tiempo, solo pueden pasar dos cosas en el segundo siguiente: o me sumerjo en un silencio absoluto y definitivo, o te digo con toda la paz del mundo que hasta aquí llegamos. Porque el tiempo, ese sí, es lo único que de verdad me pertenece, y no estoy dispuesto a regalárselo a nadie que no sepa valorarlo.
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