Los retratos antiguos que conservo en mi archivo fotográfico son algo más que simples imágenes. En cada uno de ellos se intuía un alma, sin importar la cámara utilizada, porque lo verdaderamente valioso estaba en lo que transmitían: recuerdos vivos, historias compartidas, risas espontáneas y un sinfín de posibilidades que se abrían frente al objetivo. Muchos de esos rostros escondían proyectos que luego germinaron, sueños que pedían volar, artículos que se escribieron con fuerza y momentos de expansión personal que marcaron un antes y un después. Haber sido testigo y parte de esas escenas fue una auténtica gozada, una experiencia que aún hoy sigue latiendo entre luces, sombras y memorias.

Algunas de estas imagenes cuentan con ilustraciones propias del protagonista creando una obra en conjunto, impresionate.